lunes, 10 de junio de 2013

Otra reflexión sobre el miedo

"No hace falta conocer el peligro para tener miedo; de hecho, los peligros desconocidos son los que inspiran más temor."
Alejandro Dumas



En los últimos escritos que capturé en este blog hace algunos días insistí mucho en superar el miedo al cambio, en identificarlo, hacerle frente y superarlo. Me refería a ese miedo irracional que aparece siempre dispuesto a exagerarlo todo, a hacer que las cosas parezcan más graves o más grandes de lo que en realidad son, y ése es su truco para paralizarnos e impedirnos actuar cuando más necesitamos hacerlo. Hoy vuelvo a hablar del miedo, del miedo que no depende de nuestra visión del mundo sino de los acontecimientos externos: el miedo de sufrir un daño real en nuestra persona o la de un ser querido, sabiendo que este daño no depende de nuestra actitud personal porque no quiero caer en el pensamiento mágico de que mirando positivamente el mundo estamos protegidos de la maldad y desrtucción que fluye de las personas que no saben cómo ofrecer otra cosa distinta. También el daño puede provenir de algo más complejo: la maldad de un sistema inhumano ("neoliberal", le dicen los que disfrazan sus efectos).

Hay peligros reales: Quedarse sin trabajo, padecer una enfermedad de esas que hacen sufrir física, mental, familiar y económicamente; ser víctima de la inseguridad en cualquiera de sus múltiples presentaciones; el miedo a la inseguridad lleva a perder la libertad, las condiciones para moverse o desplazarse confiadamente por esas calles y carreteras que llamamos "nuestras".

Entonces,¿hay dos tipos de miedo? ¿Es distinto el miedo que sentimos nacer desde dentro ante nuestras propias decisiones y el que depende de los hechos externos? La respuesta es NO. El miedo es un sentimiento y como tal es el mismo sin importar la causa que lo provoca. El miedo pertenece a esa clase de emociones primarias o básicas, las más intensas que podemos sentir, y entre las cuales están también el amor y el odio.

Cuando una de estas emociones se manifiesta en nosotros, puede dominarnos y hacernos reaccionar de maneras inesperadas, el miedo siempre llega acompañado de otros sentimientos que le ayudan a presentarse, como la vergüenza, el coraje o la ansiedad, y si llega a ser muy intenso puede explotar violentamente, ya sea hacia afuera o hacia adentro de nuestra persona, pero una explosión siempre es violenta y, por lo tanto, dañina.


"El miedo es más injusto que la ira"
"El miedo es un deseo al revés"
Amado Nervo

¿Qué se puede hacer con el temor? ¿Con el miedo? ¿Con el terror? Si se conocen las causas del miedo hay que afrontarlas, lo más recomendable es prepararse visualizándolas y dialogando con ellas "desde afuera" para dimensionar sus alcances y proporciones, y después se puede optar por dirigirse a ellas o alejarse definitivamente, según sea el caso. Si no se conocen las causas, hay que enfrentar directamente al miedo como sentimiento que es. Dedicándole el tiempo suficiente para visualizarlo es posible dimensionar su tamaño y apariencia (su representación subjetiva, que varía de persona a persona), conseguido este paso, el siguiente es hablar directamente con el miedo y empezar a negociar con él, considerando siempre que el miedo es un ignorante que volverá a exagerar cualquier cosa o concepto que no pueda entender, así que habrá que utilizar palabras sencillas y frases directas para hacernos entender. John F. Kennedy decía "jamás negociemos con miedo, pero jamás temamos negociar". Y lo que estoy sugiriendo es precisamente negociar con el miedo, que no haya dudas de que queremos regresarlo a su lugar natural, que es el interior de uno mismo. La base de esta negociación es saber que el miedo es parte de uno mismo, y no al revés: El miedo vence cuando su sensación es tan grande que creemos pertenecerle y lo dejamos salir de nosotros mismos.

Es posible regresarlo a su lugar negociando y también es útil saber que en esta negociación necesitamos contar con dos aliados. Uno es otro sentimiento básico: el amor, la fuerza creadora, creativa e innovadora que también tiende a exagerar las cosa y conceptos, pero en sentido contrario al miedo, es decir, nos impulsa a movernos, a actuar y a aceptar la compañía en lugar de la soledad y el aislamiento. No hace falta estar enamorado de otra persona para contar con el apoyo del amor, basta con amar la vida y querernos tal como somos y de manera consciente.

El segundo apoyo que necesitamos es creer en uno mismo. Creer con toda seguridad que el miedo es de nosotros, es tuyo y por lo tanto debe estar contigo de una manera amistosa. El miedo es bien intencionado, pero es tan grande su ignorancia que a veces, en su afán de protegernos, termina perjudicándonos más que el supuesto riesgo o peligro que corríamos. El miedo desbordado en su clímax de tontez nos puede cubrir totalmente, entonces nos paralizamos y no alcanzamos a ver el mundo real, solamente distinguimos lo que se alcanza a filtrar entre nuestro propio temor. De ahí la importancia de contar con el apoyo de creer cuando hablemos con ese miedo nuestro.

Así pues, independientemente del origen del miedo, podemos hablar con él y negociar a favor de ambos (ganar-ganar), el miedo se ubica de nuevo en su lugar y nosotros, cada uno, nos movemos libremente confiando en que tenemos un aliado interior dispuesto a avisarnos de los posibles peligros y riesgos: Al miedo le decimos muchas veces "intuición" cuando le hacemos caso a tiempo. Si no escuchamos esa voz de alerta, el miedo se asusta, crece y nos cubre. En casos extremos puede hacernos olvidar que dentro de nosotros también vive el amor y la confianza; entonces se cumple la sentencia de Aldous Huxley.


"El amor ahuyenta el miedo y, recíprocamente el miedo ahuyenta al amor. Y no sólo al amor el miedo expulsa; también a la inteligencia, la bondad, todo pensamiento de belleza y verdad, y sólo queda la desesperación muda; y al final, el miedo llega a expulsar del hombre la humanidad misma."
Aldous Huxley

Cuando una persona cegada por el miedo no cree en su amor, solamente podrá creer en su odio. Esa persona que no cree en su amor no podrá crear, solamente destruir (a los demás o a sí misma). 
Regresando al punto de la inseguridad, mencionado en los primeros párrafos, mucha de la violencia existente se debe al miedo desbordado de las personas que no se dan la oportunidad de regresar su propio miedo a su interior, y las consecuencias están siendo peligrosas para todos. Los peligros son reales y rebasan la capacidad de afrontar la realidad, es en esos casos desesperados cuando más debemos recurrir a nustro propio amor y confianza. El miedo también es un mecanismo de control que ha funcionado bien en nuestra sociedad, pero formamos parte de ella y solo por eso deberíamos merecer justicia y un trato igualitario.

Si tenemos la oportunidad de hacer caso a nuestro miedo, hagamoslo. El miedo es uno solo, nos pertenece, actuemos como dueños responsables.

Hasta luego.

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