viernes, 13 de enero de 2012

Obesidad mental

Hoy conocí el concepto de obesidad mental, y nada más de hacer la comparación entre la nutrición física y la mental, me gustó la idea y la adopté para mi acervo, así que aquí estoy, platicando de la desnutrición mental.

Conocí esta idea a partir de un archivo de Power Point que cayó en mis garras, y que por supuesto comparto en este espacio, para bajarlo hay que dar clic sobre esta liga:


Y aunque va a sonar muy repetitivo, voy a comentar algunas de las ideas que más me llegaron al leer esta presentación, creo que me encontré con mi miedo a descubrirme con la mente llena de alimento chatarra:

Uno debe aprender a nutrirse, para ello debemos variar el menú y arriesgarnos a comer algo distinto de vez en cuando. Claro que ello implica hablar con otros comelones de más experiencia y escuchar sus recomendaciones.

El alimento más accesible no es siempre el mejor. Así como en cualquier oxxo, tiendita de abarrotes o puesto de comida rápida encontramos refrescos, botanitas empaquetadas o grasa en todas sus presentaciones, también así encontramos en la mayoría de los programas de radio, televisión o en los periódicos la comida chatarra que se ingiere rápidamente, pero se va pegando en el subconsciente y con el tiempo es difícil removerla, pues se va pegando hasta hacernos creer que siempre estuvo ahí y que es natural cargar con ella. ¡Hay que buscarle! Sí hay alimentos nutritivos y sabrosos para la mente y para el espíritu, pero si se requiere asesoría, hay que regresar al párrafo anterior.

Otros libros
Otras músicas
Otras películas
Otras revistas
Otros periódicos
Otras páginas web
Otros temas de qué hablar
Otros juegos
Otras personas
Otros programas en la radio y en la tele
Solamente hay que conservar
la misma vieja curiosidad
Y evitar convertirnos en coleccionistas
que desechan todo "lo que ya saben"
nada más porque ya hay "algo nuevo".

Si no probamos un buen alimento, hasta juraremos que estamos bien nutridos con lo que ingerimos. Hay personas orgullosas de su redondez y que disfrutan siendo alfeñiques de 100 o 200 kilos, pues estar "llenitos" puede ser un símbolo de estatus y de "estar bien" en algunos círculos de escasa cultura gastronómica. En el caso de la obesidad mental, también habemos quienes nos sentimos orgullosos de cargar el cerebro y todas las memorias con datos e información dispersa que puede llenar totalmente nuestra capacidad, sin servir absolutamente para nada. Pero creemos que sabemos porque nos atiborramos de información, irrelevante, pero información al fin: ésa es la mejor manifestación de nuestra gordura u obesidad mental.

No hay apoyo del sector público ni del privado para mejorar la nutrición, tanto en el nivel físico como en el mental, parece ser que las autoridades y los empresarios no encuentran productivo eso de tener una población bien nutrida en cuanto a comida y pensamientos. Es obvio que la obesidad mental hizo presa también de quienes toman las decisiones acerca de qué puede consumir la mayoría de las personas y por ello es muy fácil acceder a programas de raquítico valor para el intelecto, las emociones y la autoestima; y del mismo modo accedemos al chiste facilón, a la critica del prójimo, a la descalificación y la discriminación, a la burla y a la exhibición como fuentes "normales" de diversión. Y lo peor es que esto no ocurre en círculos de amigos, sino en los medios de comunicación, con comunicadores "serios". ¿Quién coordina la programación de todos los medios masivos? ¿Será acaso la misma autoridad la que debe regular la nutrición física y mental? ¿Y esa autoridad estará bien nutrida o nomás leerá los empaques del cereal cuando desayuna y el relleno de los cheques cuando cobra?

Estamos perdiendo la costumbre de compartir los alimentos. No caería mal conocer lo que nutre a nuestros conocidos, pues a veces vamos dando por hecho que todos pensamos más o menos lo mismo y vamos cerrando nuestras bocas, nuestros oídos y nuestros ojos a lo que dicen y razonan los demás. Con un poco más de tiempo, terminaremos cerrando también el corazón para no dejar entrar los sentimientos y las emociones de nuestros seres humanos cercanos, pues ya nos las ofrecerán prefabricadas... ¿o ya ocurre esto?

En fin, aquí tenemos otro reto, aunque bien mirado resulta ser el mismo reto que afrontamos desde hace tiempo: Comprometernos a mejorar nuestra nutrición. "Somos lo que comemos", suele decirse por ahí y quien lo dice se queda muy orondo por haber dicho una verdad digerida y aprobada por medio mundo. También es válido decir que "somos lo que consumimos", esto incluye tanto los alimentos que entran por la boca como todos esos alimentos del espíritu que pueden entrar por los ojos y los oídos principalmente.

Tratemos de arriesgarnos a consumir algo distinto aunque se corra el riesgo de ser vistos como bichos raros, pues al que no consume la misma comida chatarra que pasan en la programación "normal" se le ve como si de verdad estuviera mal, ¡hay que probar otros sabores! En los comedores de las escuelas y los trabajos siempre están disponibles las porquerías del tipo Marinela, Sabritas o refrescos, pero nadie se escandaliza si alguien decide sacar su alimento preparado en casa y comerlo entre los demás. Con el alimento del intelecto y el espíritu debería ser igual, que nadie se escandalice cuando uno entre todos decida consumir una dieta de información más balanceada y con ingredientes distintos a los de diario. Lo peor que puede ocurrir es que se vayan volviendo más ricas las opiniones y se vayan difundiendo opciones de entretenimiento y cultura más amplias.

Creo que no exagero si digo que una buena nutrición mental es un excelente camino para llegar a ser libres, en toda la extensión de la palabra.

Provecho. Digo: Hasta luego.

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